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I CHING

Según

El Libro de las Mutaciones

de Wilhelm:

HEXAGRAMA 8

Pi / La Solidaridad (El mantenerse unido)

Arriba K´an, Lo Abismal, el agua Abajo K´un, Lo Receptivo, la tierra Sobre la tierra, el agua confluye cómo y dónde puede, juntándose p. ej. en el mar, donde se reúnen todos los ríos.

Es este un símbolo que sugiere la solidaridad y sus leyes. Se insinúa la misma idea en el hecho de que todos los trazos sean blandos, dúctiles, con excepción de la única línea firme en el quinto puesto, el lugar del soberano.

EL DICTAMEN

Los dúctiles se mantienen unidos, se solidarizan al recibir el influjo de la voluntad firme que emana del puesto conductor que, para ellos, constituye el centro de la unión. Pero, a su vez, también esta fuerte personalidad conductora se solidariza con las otras, en las que encuentra un complemento necesario a su propia naturaleza.

Es cuestión de unirse a otros, a fin de complementarse y de estimularse mutuamente mediante una solidaria adhesión. Para semejante solidaridad, es preciso que exista un centro en torno al cual puedan congregarse los demás. El llegar a ser centro para la solidaridad de los hombres, es asunto grave que implica gran responsabilidad. Requiere, en el fuero interno, grandeza, consecuencia y vigor. Examínese, pues, a sí mismo, quien desee reunir en su torno a otros, con el fin de cerciorarse si se halla a la altura de la situación; pues quien pretenda reunir a otros sin estar munido del sello que da una verdadera vocación, ocasionará una confusión mayor que si no hubiera tenido lugar unión alguna.

Pero donde existe un verdadero foco de unión, allí los inseguros, aquellos que al comienzo vacilan, van acercándose, paulatinamente, por sí mismos. Quienes llegan tarde sufrirán los perjuicios que ellos mismos se causan. También en el caso de la solidaridad se trata de caer en la cuenta de cuál es el buen momento, el tiempo justo. Los vínculos se establecen y se fortalecen de acuerdo con determinadas leyes internas. Los consolidan experiencias vividas en común, y el que llega tarde y ya no puede participar de esas fundamentales experiencias conjuntas, tendrá que sufrir, en su condición de rezagado, las consecuencias de encontrar la puerta cerrada.

Ahora bien, quien ha reconocido la necesidad de la cohesión y no siente dentro de sí la fuerza suficiente para actuar él como centro de la solidaridad, tiene el deber de unirse a otra comunidad organizada. *

* Compárese el conocido dístico: "Aspira siempre a la total¬dad; si no puedes llegar a ser un todo tú mismo, adhiérete como miembro al servicio de un todo."

LA IMAGEN

>El agua sobre la tierra rellena todas las cavidades y se adhiere firmemente. La organización social de la antigüedad se fundaba en este principio de solidaridad entre los dependientes y los soberanos.

Las aguas confluyen por sí solas, porque las mismas leyes rigen el agua en todas sus partes.

Así también la sociedad humana ha de mantenerse unida gracias a una comunidad de intereses por la cual cada uno puede sentirse miembro de un todo.

El poder central de un organismo social debe procurar que cada miembro encuentre su real interés en la solidaridad, como era el caso en la relación paternalista entre el Gran Rey y los príncipes vasallos de la antigüedad china.

LAS DIFERENTES LÍNEAS

Para entablar relaciones, la plena veracidad y sinceridad es la única base correcta. Esta actitud interior, representada por la imagen de una colmada fuente de barro cocido, en la cual todo es contenido y nada es forma vacía, no se manifiesta mediante sagaces palabras, sino a través del poder de las fuerzas interiores, tan imponente que con vigor atrae hacia sí la ventura procedente de lo exterior.

Cuando de un modo recto y perseverante va uno al encuentro de los ruegos que desde arriba exhortan a obrar, las relaciones con el otro son en primer término interiores; así uno no se pierde a sí mismo. En cambio, quien busca solidaridad como un pegajoso trepador, no sigue el sendero del noble que salvaguarda su dignidad, sino que se desperdicia a sí mismo.

Uno se encuentra a menudo entre personas de las que ninguna pertenece a la propia esfera.

Entonces es preciso no dejarse arrastrar, por la fuerza de la costumbre, hacia una falsa familiaridad.

Huelga demostrar con palabras que esto sería perjudicial. Cierta camaradería, sin intimidad, es lo único indicado para con este tipo de gente: sólo así se mantiene uno libre para una relación ulterior con sus pares.

Las relaciones con un hombre que es centro de la solidaridad ya se encuentran aquí regularizadas de un modo estable.

Entonces puede y debe uno manifestar su adhesión también abiertamente. Sólo es necesario permanecer firme y no permitir que nada nos confunda, y nos induzca a error.

En las cacerías reales con batidores, en la China antigua, se observaba ]a usanza de dar batida a las reses de caza desde tres lados.

Por el cuarto lado, la res batida podía desviarse. En cuanto los animales no se desviaban tomando ese rumbo, tenían que pasar por una puerta, detrás de la cual se hallaba apostado el rey, listo para darles caza. únicamente se tiraba sobre aquellos animales que penetraban allí.

A los que torcían el rumbo desviándose hacia adelante, se los dejaba escapar. Esta costumbre se conformaba al ánimo real, que no deseaba que la caza se convirtiese en una carnicería, sino que sólo daba cuenta de aquellas piezas que, por así decirlo, se ofrecían voluntariamente.

Aparece aquí un gobernante, o bien por analogía un hombre de influencia, que atrae poderosamente a la gente. Él no ruega a nadie, no adula a ninguno; todos acuden por sí mismos.

De este modo se forma una libre dependencia entre aquellos que hacen causa común con él.

La gente no se ve en la necesidad de tener que violentarse; antes bien, sin peligro alguno, pueden todos dar muestras de su modo de pensar y de sentir.

Las disposiciones policiales están de más.

Espontáneamente sienten ellos afecto por su gobernante. También en lo que respecta a la vida en general tiene vigencia esta libertad.

No debe uno tratar de granjearse los favores de los hombres. Cuando alguien desarrolla en sí la pureza y el vigor necesarios para ser centro de la unión, los hombres que le están predestinados llegan por sí mismos.

La cabeza es el comienzo. Sin un adecuado comienzo no llega un adecuado fin. Cuando se ha perdido la ocasión de unirse, de asociarse, y se sigue vacilando, por miedo a una entrega plena y verdadera, demasiado tarde se arrepentirá uno de su error.

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